Es día de entonar el cántico de las criaturas, de bendecir al Señor por las obras de la Creación, de sumarnos a tantos que han cantado las alabanzas, al contemplar la obra magnífica del Creador: “Dios todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser” (Sb 1, 13-14).
Es momento de reconocer la obra de Dios, de reivindicar la autoría de todo lo que existe, de dar a Dios lo que es de Dios, y al hombre lo que es del hombre. ¿Cómo caer en la pretensión de creernos autónomos, independientes, sin principio, como si no hubiera Autor de todo lo creado?
A poco que uno tenga experiencia de sí mismo, cuántas veces tiene que reconocer como el salmista: “Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa” (Sal 29).
Si por voluntad divina aconteció la existencia de todo por su acción creadora, y como dice el texto, por envidia del Diablo entró la muerte en el mundo. En la plenitud del tiempo, se manifestó de nuevo el poder del Señor. “Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza (2 Co 8, 9). Gracias a la Redención la creación entera y en ella la humanidad, recuperan el destino por el que todo fue hecho, para gloria de Dios.
Un ejemplo concreto que nos muestra que nuestro Dios es el Dios de la vida, y desea que el hombre viva, como dice San Ireneo, nos lo presenta el pasaje evangélico que se proclama este domingo, con un doble signo de Jesús, la curación de la mujer que aun teniendo la edad fértil no podía concebir, por sus hemorragias; y la devolución de la vida a la hija del sinagogo de Cafarnaúm, justo en la edad en la que empezaba a ser mujer.
Dice Jesús: “«La niña no está muerta está dormida.» Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años”. (Mc 5,42)
No es indiferente el detalle que señala el Evangelio, al referirse a dos mujeres. En ellas germina la vida, y son la entrañas de todo ser nacido de mujer. El evangelista escoge dos acontecimientos, referidos ambos a las que pueden concebir la vida, pero que por enfermedad o por muerte son incapaces de dar a luz.
Cantemos al Dios de la vida, bendigamos a Jesucristo, a quien dio su vida por rescatarnos de la muerte, seamos colaboradores del Creador, respetando a las criaturas, y defendamos a todo ser viviente, de manera especial a los más débiles, como son los niños y los ancianos.
0 comentarios:
Publicar un comentario