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ÉL LOS BAUTIZARÁ CON EL ESPÍRITU SANTO. Mc 1,7-11. También nosotros somos los hijos amados del Padre.

Enviado por Unknown el domingo, 11 de enero de 2015 | 12:25 p.m.

 
 
Pbro. Lic. Salvador M. González M.

 El bautismo del Señor Jesús es uno de los hechos de su vida que podemos afirmar con mayor certeza histórica. La razón es muy sencilla. Los así llamados evangelios sinópticos (Mt, Mc y Lc) nos señalan claramente que el bautismo de Juan era un signo de arrepentimiento para el perdón de los pecados; de hecho éste era precedido por la confesión de los mismos: “Confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán” (Mt 3,6; Mc 1,5). Lo que quiere decir que el bautismo de Juan era para los pecadores. Es así que toda la tradición del Nuevo Testamento nos indica que Jesús no conoció el pecado (2Cor 5,21; Heb 4,15; 7,26; 9,14). Por tanto es imposible que la comunidad cristiana fuera a inventar un hecho que después iba a dar armas a sus enemigos.

 Pero, veamos cómo nos presenta el Evangelio de este domingo el acontecimiento del bautismo de Jesús. Podemos afirmar que tiene dos partes: en la primera se anuncia la llegada de aquel que vine y en la segunda se realiza esta venida. Marcos es muy cuidadoso en señalar la superioridad de Jesús sobre Juan: “El que viene detrás de mí es más poderoso que yo;” “no soy digno de desatar las correas de sus sandalias,” con lo cual se reafirma la distancia que hay entre la dignidad de Jesús y la de Juan: “Él los bautizará con el Espíritu Santo.”

 En la segunda parte el Padre consagra a su Hijo en su misión. El que va a bautizar con el Espíritu Santo recibe la plenitud del mismo y es confirmado por Dios Padre como su Hijo muy amado, su predilecto. La frase hace referencia a dos citas del Antiguo Testamento: Sal 2,7 según la cual Jesús es el Mesías Davídico; y a Is 42,1 que lo presenta como el Siervo de Dios.

 El bautismo de Juan es un bautismo con agua, el bautismo de Jesús se da con el Espíritu Santo. Jesús al ser bautizado recibió la plenitud de ese Espíritu que lo consagra como el Mesías esperado (Is 11,1ss). Por otro lado, es el punto de partida de su ministerio. Es por eso que podemos decir que el bautismo de Jesús está en continuidad con la fiesta que celebramos el domingo pasado (la Epifanía del Señor). Allá eran los paganos los que reconocía a Jesús como el Mesías esperado, el salvador del mundo; aquí, es Dios Padre quien lo confirma como tal. Por tanto, Jesús recibió el bautismo de Juan, no como un signo de conversión de los pecados, pues, como lo indicábamos al principio, Él no tuvo pecado; sino como su manifestación como Mesías, Hijo de Dios.

 La celebración del bautismo del Señor debe llenarnos de gozo pues nos comunica que cuando nos bautizaron recibimos el gran don de Dios a los hombres: El Espíritu Santo. Espíritu, que al igual que Jesús nos capacita para hacer el bien y nos hace hijos amados del Padre.

 La pregunta que nos deja la Palabra de Dios en este día es: ¿también en nosotros, al igual que en Jesús, el Padre se complace? ¿O hay cosas que no le gustan de nuestra vida? La respuesta la tiene cada uno de nosotros.
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