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“SOLO TESTIGO DE LA LUZ” Jn 1,6-8.19-28.

Enviado por Unknown el sábado, 13 de diciembre de 2014 | 9:37 p.m.

 
Pbro. Salvador M. González M.

Juan el Bautista, el hombre del Adviento, nos invita a enderezar las cosas chuecas que hay en nuestra vida.  Sólo así podremos prepararnos a la venida del Señor.

En el ambiente tenso de la Palestina del siglo primero, en medio de la expectación de un libertador, agudizada por la dominación extranjera y la miseria reinante, aparece la figura de Juan el Bautista; que atrae seguidores, anunciando la llegada inminente del Mesías y pidiendo la adhesión a él. Como signo externo de esa adhesión Juan usaba la inmersión en el agua, bautismo que significa una ruptura pública con la situación en que se vivía y un anhelo de cambio centrado en la persona del Mesías.

 Todo esto resultaba inquietante para las autoridades religiosas del pueblo de Israel a las que les asaltaba  la duda de si el Bautista no sería realmente el Mesías. Según el modo de pensar de aquella época uno de los principales objetivos del Mesías era reformar las instituciones y  deponer a las autoridades religiosas, consideradas indignas. Es por eso que no nos extraña la inquietud de los dirigentes ante la actividad de Juan.

 Sin embargo, el bautista los saca inmediatamente de sus dudas y de su inquietud. El no es ni el Mesías ni Elías ni el profeta como Moisés; él es sólo la voz del que clama en el desierto: “enderecen el camino del Señor.”

 Es interesante observar aquí, la claridad con la que el Bautista ha entendido su misión. El de ninguna manera es el esposo, sino sólo el amigo del esposo (Jn 3,29). Llama la atención la actitud humilde con la que el Bautista desempeña su misión. Él, con su predicación, había ganado muchos discípulos que pensaban que era el Mesías esperado por todos. Pero no se envanece, tiene plena conciencia de su papel: “Él no es la luz, sino sólo testigo de la luz”. Su misión de dar testimonio de la luz consistía en despertar el deseo y la esperanza de la vida (que era parte del proyecto de Dios para el hombre), preparando la llegada del que era la “vida-luz” (Jn 1,4);  anunciar la posibilidad de una vida plenamente humana, como una alternativa al régimen de tinieblas y de muerte sostenido por las autoridades judías.

 Por tanto, no hay posibilidad de equivocación. Él no es el Mesías, sino sólo el encargado de prepararle el camino, de ir disponiendo los corazones de los hombres para que acepten a Cristo cuando éste llegue.

 Es por eso que se alegra cuando sus discípulos lo abandonan para seguir a Jesús (Jn 1,35-37). Esto tuvo que costarle mucho, humanamente hablando; pero el Bautista supo cumplir la misión que Dios le había encomendado: “ser  testigo de la luz.”

 Estamos por celebrar una vez más el nacimiento de Jesús y al igual que el Bautista estamos llamados a preparar el camino del Señor que llega. Hay muchos que, a pesar de llamarse cristianos, no han dejado que Jesús nazca en sus vidas. Por tanto, nuestra misión es disponer el corazón de estos hermanos para que acepten a Cristo que viene, para que le den la posibilidad de nacer en sus vidas.

 También la Palabra de Dios tiene algo que decirnos a nosotros los pastores. Nos recuerda que no somos la luz, sino sólo testigos de la luz; por tanto nuestra misión es encaminar a los hombres a Cristo, alegrarnos cuando nuestros fieles sigan a Cristo porque el esposo es el que se lleva a la esposa. Nosotros sólo somos los amigos del Esposo Divino.
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