Pbro. Lic. Salvador M. González M.
El centro de la predicación de Jesús fue el Reino de Dios, mismo que es presentado como Buena noticia (evangelio). Hoy estamos iniciando la lectura de San Marcos y es a este evangelista al que se le atribuye la invención del género literario Evangelio.
El término “evangelio” viene del griego “EUANGELION” y significa “BUENA NOTICIA”. Esta palabra la encontramos 4 veces en Marcos y es interesante ver el significado que se da, al menos en dos casos:
1º. Mc 1,1: “Principio del evangelio de Jesucristo, hijo de Dios”. Aquí se habla de la buena noticia referente a Jesús, el Mesías, es decir, a la salvación que Dios ha realizado por medio de Él.
2º. Mc 1,14-15: “Después de que apresaron a Juan, vino Jesús a Galilea proclamando el ‘evangelio’ de Dios diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el ‘evangelio’.” Aquí “evangelio”, aparece de manera general como la “buena noticia” de la salvación que Dios ofrece a los hombres. La buena noticia es precisamente el anuncio de que el reino de Dios está cerca; éste es el sentido original de la palabra en labios de Jesús.
Lo que se proclama es que por fin Dios se ha compadecido de los hombres y ha decidido venir a establecer su reino de justicia y de paz sobre la tierra. Con esto la situación de todos los pobres y oprimidos, de los que sufren y lloran, de los enfermos y encarcelados va a cambiar, pues, Dios vendrá a transformar su pobreza en abundancia; su opresión y encarcelamiento en libertad; su sufrimiento y llanto en alegría; su enfermedad en salud. Es por eso que el anuncio de la llegada del reino de Dios es buena noticia para todas estas personas a las que se les proclama que el “reino” viene porque Dios no puede soportar la situación inhumana en que viven y viene a hacer cumplir su voluntad sobre la tierra: “Que la pobreza cese su obra destructora de la humanidad”. Dios no prefiere a los pobres y oprimidos por mérito alguno, sino que su predilección se basa en el horror que el Dios de Jesús siente por el estado actual del mundo, que es una negación de su proyecto creador y en la decisión divina de restablecer la situación a favor de aquellos para quienes la vida es más difícil.
Llama la atención, sin embargo, la necesidad de conversión para poder aceptar y creer que la llegada del Reino es en realidad “buena noticia”; y nos parece tan raro. ¿Cómo puede ser posible que haya personas que no acepten la venida del reino de Dios si es algo tan bueno y conveniente para todos? El llamado de Jesús es imperativo: “Conviértanse”. Esto se expresa con el verbo griego “METANOEW” que implica un cambio radical de mentalidad y de actitud. No basta con dejar de hacer cosas malas; es necesario cambiar nuestra manera de querer, de sentir y de pensar y comenzar a querer, sentir y pensar como lo hace Jesús. Sólo así podremos aceptar el reino que llega, pues, es muy seguro que nos exigirá cambiar de actitud ante la vida y, a veces, es lo que más nos cuesta. Porque podemos dejar de matar, pero qué difícil se nos hace quitar los odios y rencores que están a la base de todo asesinato. Con cierta facilidad perdonamos, pero difícilmente olvidamos el mal que nos hicieron y estamos aguardando el momento para echarlo en cara. Con facilidad damos limosna a los pobres, pero no queremos comprometernos en la lucha contra las verdaderas causas de su pobreza. Es por eso que sólo la conversión nos llevará a aceptar el reino aceptado por Jesús.
La gracia y la misericordia de Dios están en “especial”. Hoy más que nunca el grito de Jesús: “CONVIÉRTANSE” debe ser un imperativo que no podemos darnos el lujo de dejar pasar. Recordemos que el Padre está exigiendo frutos y el hortelano (Cristo) ha ganado para nosotros un año de gracia.
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