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“LA SAGRADA FAMILIA, MODELO DE NUESTRAS FAMILIAS” Lc 2,21-40.

Enviado por Unknown el domingo, 28 de diciembre de 2014 | 6:36 p.m.

 
Pbro. Lic. Salvador M. González M.

“Hijo… Mira con qué angustia te buscábamos
tu padre y yo” (Lc 2,48).

Tres son las costumbres religiosas judías de las que nos da testimonio San Lucas este domingo en que celebramos a la Sagrada Familia:  “la circuncisión”, signo de la alianza y de la pertenencia al pueblo de Israel; “la imposición del nombre”, que muchas veces indicaba la misión que se iba a realizar, como en nuestro caso: Al Hijo de Dios se le da el nombre de Jesús porque “el salvará a su pueblo de los pecados” (Mt 1,21); y “la presentación o consagración al Señor,” según lo prescrito por Ex 13,2.11. Con esto el evangelista quiere subrayar la escrupulosa fidelidad de José y María a las prescripciones de la ley de Moisés.

 Pero el culmen de nuestro texto lo constituye la manifestación de Jesús como salvador de todos los pueblos y luz de las naciones. Esta manifestación se realiza a través de dos personajes simbólicos: Simeón, que irrumpe en un cántico de alabanza reconociendo en ese niño el portador de las promesas mesiánicas de paz, salvación, luz; y Ana, la profetiza, que lo hace en una acción de gracias y va contando maravillas de aquel niño.

 La liturgia de este domingo coloca este texto del Evangelio en la celebración de la fiesta de la Sagrada Familia. Hablar de la Sagrada Familia es hablar de un modelo a imitar por nuestras familias cristianas. Lo primero que debemos tener en cuenta es que desde que el Hijo de Dios aceptó vivir en el seno de una familia normal, la vida de familia se ha convertido en uno de los signos más importantes de la presencia de Dios entre los hombres y uno de los mejores instrumentos para ponernos en contacto con Él.

 He aquí una de las primeras metas a lograr en las familias: que su comportamiento sea digno de la presencia de Dios en ellas, es más, que cuando los incrédulos vean ese buen comportamiento y la armonía de todos sus miembros descubran la presencia de Dios en medio de ellas. Pero no sólo esto, sino que además las familias deben ser el medio más efectivo para que sus miembros entren en comunicación con Dios; es ahí en el seno familiar donde los hijos deben aprender a amar y a respetar las cosas de Dios. Es hermoso ver a aquellas madres amorosas que antes de dormir a sus pequeños les enseñan las primeras oraciones y con cuánto cariño nosotros los adultos recordamos aquellas oraciones que nuestra madres nos enseñaron cuando éramos  niños: “Santo Ángel de mi guarda, mi dulce compañía…”  “Dulce Jesús de mi vida, dueño de mi corazón…”  “Con Dios me acuesto, con Dios me levanto…”

 María y José se preocuparon de crear ese ambiente familiar en el que el Hijo de Dios pudiera desarrollarse física y espiritualmente: “El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él” (v.40). Ésta es otra meta a lograr por las familias cristianas. Lucas nos da la clave para alcanzar este objetivo: “Cuando los padres de Jesús entraban para cumplir con el niño lo previsto por la Ley (de Dios)…” (Lc 2,27). María y José eran respetuosísimos de la Ley de Dios y estaban siempre al pendiente de cumplirla; por eso la Virgen se ganó aquella alabanza de su hijo cuando una mujer la llamó bienaventurada por ser su madre. Jesús la corrige diciendo: “Es más bienaventurado el que escucha la Palabra de Dios y la cumple” (Lc 11,28).

 Cuando nuestras familias se decidan a escuchar los consejos que Dios nos da en su Palabra y en sus mandamientos entonces lograremos crear el ambiente propicio en el que los hijos puedan crecer física y espiritualmente. Pero mientras no suceda eso seguirá habiendo hijos drogadictos, alcohólicos, irresponsables, rateros, pandilleros, narcotraficantes, sicarios, secuestradores, asesinos, etc.

 Estamos por concluir el año 2014. Sería bueno echar un vistazo a nuestra familia y ver cuánto se parece a la Familia de Nazaret. Preguntémonos si hemos logrado crear ese ambiente en el que todos podamos tener una mejor relación entre nosotros mismo y con Dios. El refrán dice: “Año nuevo, vida nueva.” Ojalá que el año que está por comenzar haga nacer en nosotros el deseo de mejorar el ambiente familiar a ejemplo de la Sagrada Familia.  

  FELIZ AÑO NUEVO 2015.
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