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12 DE DICIEMBRE: ALEGRIA A BORBOTONES. (Lc 1,39-48).

Enviado por Unknown el jueves, 11 de diciembre de 2014 | 10:22 p.m.

 
 
 “Apareció en el cielo una gran señal” (Apoc 12,1).

Pbro. Salvador M. González M.

 Alegría a borbotones  se respira en todas las ciudades, pueblos  y hogares mexicanos. Las luces multicolores bailan en los altares que cada familia, aun en las casas más humildes, ha hecho a la “Madre del Cielo”. Y digo, óigalo bien, a la MADRE. Porque así fue como se presentó ella: “Yo soy la Madre del verdadero Dios, por quien se vive” (Nicán Mopohua); así le gusta que le llamemos: “Yo soy tu madre compasiva, tuya y de todos los hombres de esta tierra y de todos los que me aclamen, busquen y en mi confíen...” “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?  (N.M.). Porque Cristo nos la dio como tal: “Mujer, he ahí a tu Hijo” (Jn 19,27).

 Cuetes durante el día y luces multicolores en la alborada y por la noche gritan a los cuatro vientos que estamos alegres. Que me perdonen los hermanos protestantes, pero cómo no  llenarse de gozo como Isabel, cómo no exclamar junto con ella: “¿Quiénes somos nosotros para que la Madre de nuestro Señor venga a vernos?” (Lc 1,43). Al igual que la madre del bautista los mexicanos no tenemos mérito alguno para merecer tal honor.

 María de Guadalupe también ha visitado la nación mexicana trayendo en su vientre al salvador que estaba por nacer en nuestro pueblo. Me llaman la atención los estudios hechos al vestido de la virgen que indican que María se aparece al indio Juan Diego embarazada tal como visitó a la prima Isabel. Su presencia en medio de nosotros nos manifiesta el amor gratuito  de Dios que se abaja para escuchar el clamor de su pueblo y nos envía un Salvador.

 “Una gran señal apareció en el cielo. Una mujer vestida de sol... Estaba en cinta, gritaba por los dolores del parto y el tormento de dar a luz” (Apoc 12,1s.). Símbolo eclesiológico de inspiración mariana, mismo que se refleja en las apariciones guadalupanas. En medio del sufrimiento y el dolor el pueblo de México estaba dando a luz al Salvador. María aparece como la señal de la presencia viva del “Dios con nosotros” en medio de aquel  pueblo que sufría el yugo de la conquista. Y la señal aparece en el cielo anunciando el nacimiento del Salvador. La luz de Cristo iluminó el Tepeyac trayendo vientos de esperanza. Y desde entonces el corazón del pueblo de México se le entregó a la Guadalupana por que ella nos trajo el regalo mas grande que jamás nadie nos haya hecho: “Su hijo muy amado, Jesucristo, Nuestro Señor. ¿Cómo no amarla? ¿Cómo no alegrarnos el día de hoy?
 Dios siempre escoge a los sencillos para llevar acabo su proyecto. De la misma manera María, en sus apariciones, también se vale de los sencillos para comunicar su mensaje.  Que el torrente de alegría no haga que olvidemos a aquellos a quienes se privilegió con el anuncio del mensaje: los indígenas, los pobres, los oprimidos, los que no tienen voz.
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