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¿DIOS ES INJUSTO? (Mt 20,1-16). “La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel” (Is 5,7).

Enviado por Unknown el sábado, 20 de septiembre de 2014 | 9:53 p.m.

 
 
Pbro. Salvador M. González M.

 Es claro, que en el lenguaje del AT cuando se habla de la viña del Señor se hace alusión directa al pueblo de Dios (Sal 80,9-20; Is 5, 1-7). En nuestra parábola estas palabra aparece cinco veces: La primera y la última, hacen referencia al propietario, el dueño de la viña (vv. 1.18); y las tres del centro, van acompañadas del envío a trabajar en la viña. En este contexto la palabra viña hace alusión clara al Reino de Dios.

 El carácter verdaderamente polémico de la parábola aparece en la frase introductoria y en la conclusión: “Los últimos serán los primeros y los primeros últimos” (Mt 19,30; 20,16). Frase que en nuestra mentalidad capitalista no deja de desconcertarnos. Para nuestra manera de pensar lo justo es que quien trabaja más, gana más; sin embargo, en la parábola, es la generosidad inesperada del dueño de la viña la que invierte la situación. Esto es precisamente lo que causa problema a muchos.

 Un amigo mío me comentaba que él no podía entender este texto, pues no concebía que Dios fuera tan injusto. ¿Cómo era posible que los primeros que soportaron el peso del día recibieran la misma paga que los que trabajaron tan sólo una hora? “Dios es injusto,” me decía decepcionado.

 ¿Será posible esto? ¿O más bien, no hemos sabido interpretar las palabras del Señor?

 Si leemos con cuidado el texto bíblico, lo primero que nos llama la atención es que el dueño de la viña discute el precio del trabajo con los jornaleros de la primera hora y se ajustaron por un denario al día. Un denario era el salario justo por una jornada de trabajo. Por tanto, el dueño de la viña no cometió ninguna injusticia porque pagó lo acordado de pagar. La parábola hace resaltar más bien la bondad del propietario de la viña: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿O ves tú con malos ojos el que yo sea generoso?” (Mt 20,13.15).

 Tenemos aquí una ilustración de lo que sucede cuando, gracias a Jesucristo, los pecadores, los últimos entre los hombres, se encuentran con que son los beneficiarios de la bondad divina. La misma afirmación la encontramos en la parábola de los dos hijos: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera para entrar al Reino de Dios” (Mt 21,28-32).

 Jesús dirige esta parábola contra los jefes religiosos del pueblo que, seguros de sí mismos, se sentían con todos los derechos y se habían olvidado de los pecadores. “¿Cómo es que están el día entero sin trabajar?” dijo el propietario a los de la última hora. “Nadie nos ha contratado,” le respondieron. La invitación de Dios no se hace esperar: “Vayan también ustedes a trabajar a mi viña.” Invitación que la Palabra de Dios actualiza este domingo.

 Tal vez yo sea jornalero de la última hora, sin embargo, nunca es tarde para comenzar a trabajar en la viña del Señor y hacer realidad el Reino de Dios.

 Es muy probable que los esposos que siempre se han tratado mal y han hecho de su matrimonio un infierno, piensen que ya es muy tarde para cambiar. Pero Dios los sigue invitando: “Vayan también ustedes a mi viña.” Lo mismo pueden pensar los servidores públicos que han hecho su trabajo de mala gana, insultando a medio mundo; o los hombres y mujeres que se han dedicado a darle “vuelo a la hilacha;” o los empresarios que han explotado a sus trabajadores; o las personas que se dejaron corromper por el crimen organizado. Para todos ellos la invitación es la misma. Nunca es tarde para venir a trabajar en la viña de nuestro Dios, pues para nuestro bien, Él es sumamente generoso.

 Si los primeros obreros se hubiesen alegrado también de esta generosidad de Dios, todos los obreros habrían estado juntos en la primera fila. Ha sido la envidia la que los ha hecho retroceder a la última fila.

 Muchas veces los hombres queremos aplicarle nuestros criterios a Dios y nos escandalizamos cuando descubrimos que los caminos de Dios son muy distintos de nuestros caminos, como lo señala el profeta Isaías. Una actitud positiva, de parte nuestra, será cuando dejemos que los criterios de Dios normen nuestra conducta; de esta manera, llegaremos a ser generosos porque nuestro Padre Celestial es generoso y nos quitaremos esa mentalidad “de que gana más el que trabaja más.” Para Jesús, todos debemos tener lo justo para vivir con dignidad.
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