La pequeña semilla arrojada en España hace más de cincuenta años, se ha
transformado en árbol frondoso, rico en frutos del Espíritu.
Quiero explicarles que este tema es bastante amplio por lo que lo dividiré en varias partes para que lo puedan captar mejor.
No cabe duda que el tema es interesante. Al menos dentro de Cursillos, ninguno debiera despertar mayor interés: si llegáramos a delimitar exactamente, sin carta de más ni carta de menos, el contenido y las fronteras de nuestro carisma fundacional, habríamos dado un paso decisivo para captar a fondo el qué, el por qué, el para qué, el para quiénes y hasta el cómo de nuestro caminar.
Dudo haber llegado a la formulación exacta y total del carisma. Pienso que, para dar en el clavo, sin aditamentos ni pretensiones sin rebajar ni magnificar ciertos aspectos, no es suficiente haber estado junto a la cuna en que nacieron los Cursillos, participando de alguna manera en su gestación: no es de la “esencia” de los iniciadores el ser conscientes de que el Espíritu está pronto a valerse de ellos, para “despertar iniciativas y obras que, sin necesidad de destruir ni aminorar fórmulas e instituciones todavía vigentes, adornan de nueva eficacia y lozanía el mensaje evangélico”. (1) “Ni las más perfeccionadas técnicas de evangelización podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del evangelizador no consigue absolutamente nada sin El. Sin El la dialéctica más convincente es impotente sobre el espíritu de los hombres. Sin El los esquemas más elaborados sobre bases sociológicas o psicológicas se revelan pronto desprovistas de todo valor”. (2)
Por eso, todos y cada uno de los evangelizadores deben “dejarse guiar prudentemente por el Espíritu, como inspirador decisivo de sus programas, de sus iniciativas, de su actividad evangelizadora”. (3) ¡Cuánto más aquellos que, tal vez sin saberlo, fueron escogidos por el Espíritu para instrumentos suyos, a la hora de poner en marcha alguna de sus “fórmulas” de evangelización!.
Pasan demasiado deprisa los años –bastantes más de cincuenta-, para retener fielmente en la memoria la imagen o la palabra fidedigna, precisa, de lo que fue ocurriendo en un momento determinado, cincuenta años atrás, que, para cualquiera de los mortales, era una hora más o menos igual a las demás, en una cadena de días excesivamente frágil, pasajera, cambiante.
Con temor, pues, y con temblor, voy a repetir el intento de sintetizar los postulados que, desde mi convicción y mi condición, deben ser asumidos como principios fundamentales del carisma fundacional del Movimiento.
Procuraré, para mayor claridad, que mis afirmaciones vayan avaladas por la autoridad de algunos textos de los últimos Papas –Pablo VI y Juan Pablo II- que, en distintas intervenciones, han querido explicitar su pensamiento, respecto a los puntos que juzgamos básicos.
1.- DIOS QUERÍA SALVAR AL HOMBRE POR EL HOMBRE
Existía, entre los iniciadores de Cursillos, la convicción de que, a pesar del materialismo, del agnosticismo y del indiferentismo religioso reinantes, Dios quería la salvación del hombre, que, enfrentado a los valores del espíritu, “tal vez sin saberlo”, también se dirigía hacia Dios.
Y existía la convicción de que Dios no quería la salvación del hombre sino contando con la cooperación del hermano, para que éste fuera partícipe de la trama de la Redención universal.
2.- CON UN MÉTODO NUEVO
Refiriéndose a Cursillos, afirmaba Juan Pablo II: “Ningún carisma dispensa de la sumisión a los Pastores de la Iglesia, cuyo discernimiento es garantía de fidelidad al mismo carisma”.
El Papa hacía referencia, en otra ocasión, a la “pedagogía peculiar” de cursillos.
Y Pablo VI hablaba de “vuestro método”, asegurando que es propio del Espíritu Santo ir despertando en la Iglesia iniciativas y obras que… adornan de nueva eficacia y lozanía el mensaje evangélico”. Juan Pablo II llega a decir que “las características peculiares del Movimiento lo hacen realmente eficaz sólo si se realizan y se viven totalmente”.
A los miembros del Organismo Mundial de Cursillos de Cristiandad les dice: “Por vuestra parte, no permitiréis, desde luego, que falte la muy valiosa colaboración, que dimana de vuestro especial carisma”.
continuará...
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