El ejército de Israel se encontraba acampado, dispuesto para la guerra, en el Valle de la Encina; pero los tenía atemorizados, con sus bravuconadas, un grandulón de más de dos metros, del ejército filisteo. Su nombre era Goliat, originario de Gat. Un jovencillo de buena presencia, llamado David, se ofreció a luchar contra el filisteo. El rey Saúl rechazó tal ofrecimiento, considerándolo un inexperto en el uso de las armas, mientras que Goliat había sido guerrero desde mozo. David insistió diciendo: “Tu servidor es pastor de las ovejas de mi padre, y si viene un león o un oso y se lleva una oveja del rebaño, salgo tras él, lo apaleo y se la quito de la boca, y si me ataca, lo agarro por la melena y lo golpeo hasta matarlo. Tu servidor ha matado leones y osos…” (1Sam 17,35-36). El final de la historia nosotros lo conocemos: David venció a Goliat y llegó a ser rey de Israel.
El rey de Israel y posteriormente sus dirigentes, eran considerados los pastores del pueblo, encargados de protegerlo, alimentarlo, cuidarlo, mantenerlo en la unidad y en la fidelidad a Dios. Por lo antes mencionado, David se convirtió en el pastor ideal de tal manera que cuando Dios denuncia: “Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las fieras salvajes por falta de pastor;” acusando a las autoridades de Israel de no haberse preocupado de las necesidades del pueblo, promete ser Él mismo el pastor de su pueblo y “les daré un pastor único que los pastoree: Mi siervo David” (Ez. 34,24). La característica del pastor ideal, a ejemplo de David, es la de arriesgar la vida para defender las ovejas.
Jesús nos da las características de un auténtico pastor: 1ª. Entra por la puerta de las ovejas, que es Jesús. 2ª. Conoce a sus ovejas, las llama por su nombre y ellas reconocen su voz. 3ª. Él camina delante y las ovejas le siguen. 4ª. Da la vida por las ovejas; en cambio, el asalariado, el que no es pastor, cuando ve venir el lobo, es decir, cuando ve el peligro, deja a las ovejas y echa a correr porque no le importan las ovejas.
“Desalmados sujetos, al no ver cumplida su petición de que les fuera entregada la recompensa millonaria que exigían por la liberación de un joven, le dieron muerte con dos balazos, uno en el pecho y otro en la sien izquierda.” Hechos como éste podemos leerlos continuamente en los periódicos de nuestro país. Robos, asaltos a mano armada, asesinatos, violaciones, secuestros, drogadicción, alcoholismo, matrimonios desintegrados, hijos que abandonan el hogar por sentirse incomprendidos por los padres o por la influencia de un mal amigo, etc. Hablar de la situación económica, muchas veces resulta deprimente: Los productos del campo no tienen precio, no hay precio de garantía ni tienen un lugar seguro donde vender; las vacas se las pagan a precio que se le antoja al comprador; no hay trabajo. La gente tiene que conseguir préstamos para seguir adelante, mismos que después no puede pagar; por lo mismo, el que necesita no encuentra quien le preste. El crimen organizado nos sumió en un hoyo del que parece es imposible salir.
Ante esta situación, yo me pregunto, ¿Dónde están los pastores encargados de velar por la seguridad de las ovejas y conducirlas a pastos mejores? Necesariamente tenemos que voltear nuestros ojos a la política, allá donde se decide quiénes será los dirigentes del pueblo y, ¡oh decepción! Los partidos políticos están enfrascados en una lucha encarnizada por el poder, no les interesa el pueblo, sino solo el poder y el dinero. ¿Acaso se acabaron los pastores? ¿Sólo quedan asalariados? ¿Dónde están aquellos líderes que conocían y se interesaban por su pueblo, el pueblo escuchaba su voz y los seguía? ¿Dónde están aquellos pastores dispuestos a dar la vida por las ovejas?
Todos aquellos que poseemos algún puesto de dirección estamos llamados, por Dios, a ser pastores (el obispo y los sacerdotes estamos llamados a serlo de manera muy especial, por ministerio), pero auténticos pastores, inspirados en nuestro modelo de pastor que es Jesús. El pueblo de Dios está siendo masacrado por la violencia, la inseguridad y la pobreza y nosotros los pastores ¿qué hacemos? ¿No nos pasará lo que al asalariado, que viendo venir al lobo abandonemos el rebaño y corramos pensando sólo en nuestra seguridad?
Jesús nos ha señalado las condiciones que nos legitiman como pastores y una de ellas es estar dispuestos a defender a las ovejas arriesgando nuestra propia vida. ¿Se habrán acabado los pastores? La respuesta la tenemos nosotros.
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