LA LÁMPARA PARA EL CAMINO
Cuando se desea emprender un camino largo, lo prudente es llevar un equipaje que ayude a resolver la posible intemperie; una de las cosas más útiles, si se ha de andar de noche o por lugares oscuros, es una lámpara o una linterna.
El evangelio ofrece copiosos ejemplos relacionados con la luz, y demuestra lo necesario que es el aceite para alimentar la lámpara; proveerse de él es prudencia y sensatez.
Los textos evangélicos unen luz con ceguera, y ceguera con fe. De tal forma que se advierte en qué consiste, en verdad, poseer capacidad visual o permanecer ciego, que es creer o carecer de fe.
Jesús será quien nos abra los ojos y cure nuestras cegueras con el don precioso del aceite en nuestras lámparas, con el don de la fe.
“Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos” (Is 29, 18).
“El Señor es mi luz y mi salvación” (Sal 26)
-“«Que os suceda conforme a vuestra fe» Y se les abrieron los ojos” (Mt 9, ).
LA FE
Santa Teresa nos enseña, que si no hay fe, no hay luz. Si no hay luz, es posible tropezar y errar en el camino. “Aquí, como he dicho, obra el amor y la fe” (Los “Conceptos del Amor de Dios” 3, 3)
“En vuestra mano encendida,
tened siempre una candela,
y estad con el velo en vela,
las renes muy bien ceñidas.
No estéis siempre amodorrida,
catad que peligraréis;
por eso, no os descuidéis.
Tened olio en la aceitera,
de obras y merecer,
para poder proveer,
la lámpara, que no se muera.
Porque quedaréis de fuera,
si entonces no lo tenéis;
por eso, no os descuidéis” (Poesías 25).
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